jueves, 26 de diciembre de 2019
JESUSITO
Uno puede enredarse fácilmente en la telaraña de los
recuerdos. Puede abrir viejas cajas para sacar adornos. Recrearse, quizás, al
encontrar alguna foto olvidada. Dejarse hipnotizar por las luces que adornan
las calles y salir por el placer de pasear o a comprar regalos para familiares.
Buscar juguetes para los más pequeños, perderse entre los puestos de una plaza
buscando nuevas figuritas para el nacimiento. Escuchar villancicos con
cascabeles y dejar aflorar un irrefrenable optimismo envuelto en esa forma
asociada de felicidad que despiertan. Puedes levantarte un día y decidir que
todo eso va a ocurrir y, entonces, disponerte a montar un gran árbol de Navidad
en el salón de casa. O beber. Beber solo y caer borracho al suelo. Amanecer en
un charco de vómito y orines para arrastrarte un día más hasta la botella.
Encender otro cigarro y toser con sabor a sangre y lágrima en la garganta. Abrir
de nuevo el armario de la habitación del final del pasillo y volver a encontrar
los patucos, un par de arrullos y todo lo demás. Y ese jesusito azul en su
cajón. Sin estrenar.
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Tierno, duro y sencillo. Pequeña obra maestra.
ResponderEliminarMuack.
Muy grande este relato. Y enigmático. El espíritu de la navidad tiene un reverso tenebroso. Enhorabuena, una vez más.
ResponderEliminarGracias por vuestros acertados comentarios. Sois muy amables. Ójala pudiera escribir con vuestra pachorra.
ResponderEliminarCorto pero intenso. Me ha gustado mucho. Lo que verdaderamente se celebra en Navidad está en el fondo y sin esstrenar.
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