miércoles, 2 de enero de 2019

COLESTEROL




Escuchó su nombre a la enfermera.
—Yo soy.
—Pase, el doctor le espera.
                Se sentó frente al escritorio del joven médico, que buscaba un expediente en su archivador. Mientras esperaba, con la mirada nerviosa, recorrió una camilla, un título enmarcado de alguna universidad, un esqueleto, láminas de hombres abiertos en canal y algunos aparatos metálicos que no conocía. El fonendo descansaba sobre la mesa, junto a un talonario y varios prospectos.
El doctor abrió una carpeta por fin.
               —Verá, estos son sus análisis. Tengo malas noticias.
               —Al grano, por favor.
             —Colesterol alto, hipertensión, índice glucémico por las nubes, un brote de artrosis… no hace falta que siga, ¿verdad? Y bastante sobrepeso.
                —¿Alguna sugerencia?
                —Le prescribiré hoy mismo un tratamiento y una dieta estricta.
                El paciente, pensativo, miró al suelo. Se mesó la barba.
                —A su edad no se puede jugar a la ruleta rusa. Se acabaron esos viajes —escuchó.
                —Pero yo… —empezó. Y no pudo continuar.
               
                Abandonó la clínica despacio, como si le pesaran demasiado los pies. Buscó una farmacia. Puso sobre el mostrador el fajo de recetas.
                La tienda de Sukunen no quedaba lejos de allí, pero fue un fastidio andar con toda esa nieve. Compró una lata de gasolina y el diario.
Entró en la cantina, se sentó en la barra y pidió una Dark bien fría. Sacó su móvil e hizo una llamada al viejo Mustanen, el pastor de renos. Luego subrayó en la sección inmobiliaria del periódico algunos apartamentos en alquiler en el centro.

Diciembre de 2018