martes, 26 de enero de 2021

Atrix

 A doña Pili, claro.

Doña Pili escribió por mí las primeras palabras. Yo sólo tenía que dejarme llevar. Su mano cubría la mía y la guiaba por el cuaderno de caligrafía. El lápiz recorría las letras: la i, con ese rabito largo que enlazaba con la eme; la o, que acababa con un flequillo levantado al viento. Sus dedos finos y precisos, los tendones del dorso marcándose en ese abrazo táctil que acompañaba el trazo. Recuerdo completar la palabra limonero, un gran crucifijo entre dos cuadros y una mesa de madera con dos cajones. Doña Pili guardaba en uno de ellos una lata verde de crema. Atrix, para manos. Un olor que aún me asalta por sorpresa en algún desvelo o en una carretera aburrida.

Y un día pude leer: la flor del limonero.

 

Enero 2021

 

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