domingo, 12 de abril de 2020

Héroe en pijama


Pues sí, nuestro héroe es un héroe al uso. Lleva capa, traje y máscara. Va armado y actúa cuando más lo necesitas. En casa somos muy clásicos para según qué cosas. Cuando la vida oscurece, cuando la esperanza parece desvanecerse, es su momento. Su capa: una tira de cortina de baño de Ikea que corté y confeccioné con maestría de principiante; su máscara: un trozo de cartón para trabajos escolares recortado con la cara de un castor que se llama Curtis de incisivos notables y nariz amarilla. Y como no hacemos más que limpiar y colocar armarios durante la cuarentena, decidimos que aquel olvidado esquijama gastado y rojo le sigue quedando como un guante y es de lo más adecuado conjuntado con los pantalones cortos del verano pasado que se pone encima.
Ya ondea su capa con la última brisa de la tarde; orgulloso blande su espada de espuma que a mí se me viene siempre al recuerdo Saint-Exupéry, no sé por qué. Sale al balcón y después ese grito: «¡Tente, coronavirus!»

En er mundo



—¿Se le olvidará tocar la trompeta, doctor? Es pasión lo que ha tenido siempre por ese endiablado instrumento —. Preguntó Merche, su esposa.
Hoy Germán ya no recuerda ni su nombre. No reconoce a Merche ni a sus nietos. Ni mucho menos a los de la banda municipal con los que solía dar aquellos aclamados conciertos en verano. Ahora podría confundir un trombón con un instrumento de tortura medieval. El Alzheimer no cesa en su trabajo de demolición. Y más ahora, por la cuarentena, que se han suspendido las actividades de recuperación para este tipo de enfermos en el centro al que acude a diario. Merche cuida de él. Y a menudo se le queda mirando, sentado en su sillón, donde examina con extrañeza todas esas partituras y que son para él ya un lenguaje de garabatos indescifrables.
Pero, en contra de la predicción médica, a Germán no se le ha olvidado aún tocar la trompeta. Hay enfermedades que pueden llegar a ser muy crueles.
A Germán se le dan bien los pasodobles, y cada tarde dedica unas horas a entonar esos solos con los que ganó su fama entre los aficionados locales. Cuando remata uno de ellos, se queda esperando. Busca a su alrededor no se sabe qué. Y al cabo de unos instantes agacha la cabeza y pregunta a Merche por qué nadie le aplaude ya. Merche no sabe qué decirle. Se encierra en la cocina y llora. Luego, por ocuparse, se pone a preparar comida para varios días mientras escucha en la radio el parte de muertos, de infectados, la evolución de la enfermedad. Piensa en la familia, en Germán, y llora de nuevo. Se siente inútil contra esta pandemia.
Merche siempre había sabido obtener ventaja de los inconvenientes que se le habían presentado. Es eso lo que hace un verdadero héroe, y no volar enmascarado con una ridícula capa y un estúpido anagrama en el pecho.
Se le ocurrió un día haciendo natillas. Se acercó al salón y dijo:
—Germán, ponte el uniforme que esta tarde tienes concierto.
Germán siempre es puntual para la música. Así que a las ocho en punto estaba en la terraza. Comenzó con los primeros compases de En er mundo, su pasodoble favorito. Cuando remató el solo de trompeta, comenzó a hacer reverencias para agradecer todos esos aplausos.

Abril 2020
(Basado en una noticia escuchada en la radio)