Pues sí, nuestro héroe es
un héroe al uso. Lleva capa, traje y máscara. Va armado y actúa cuando más lo
necesitas. En casa somos muy clásicos para según qué cosas. Cuando la vida oscurece,
cuando la esperanza parece desvanecerse, es su momento. Su capa: una tira de
cortina de baño de Ikea que corté y confeccioné con maestría de principiante;
su máscara: un trozo de cartón para trabajos escolares recortado con la cara de
un castor que se llama Curtis de incisivos notables y nariz amarilla. Y como no
hacemos más que limpiar y colocar armarios durante la cuarentena, decidimos que
aquel olvidado esquijama gastado y rojo le sigue quedando como un guante y es
de lo más adecuado conjuntado con los pantalones cortos del verano pasado que
se pone encima.
Ya ondea su capa con la
última brisa de la tarde; orgulloso blande su espada de espuma que a mí se me
viene siempre al recuerdo Saint-Exupéry, no sé por qué. Sale al balcón y
después ese grito: «¡Tente, coronavirus!»